Una sociedad que valora a los ancianos se valora a sí misma

Cambiando el pensamiento cambiamos la sociedad, por eso en Fundarias trabajamos para transformar la visión errada que en ocasiones se tiene de los ancianos. Una mirada a la historia de la humanidad confirma el valor que estos tienen para el mundo.

Es imposible no reconocer la importancia de los ancianos en la sociedad. No hay un mundo justo, equilibrado, sabio, proactivo sin garantizar relaciones de intergeneracionalidad claras. Y en ese contexto en el que los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos tienen un valor en sí mismos y también en la relación con las demás generaciones, la importancia de los ancianos es aún mayor cuando se les reconoce como pilares de la sociedad.

En una homilía, el papa Francisco bien lo decía cuando al establecer relaciones entre generaciones y mirando hacia un futuro justo del mundo afirmaba que si bien los jóvenes proveen la fuerza para hacer avanzar a las naciones, son los ancianos los que robustecen esa fuerza con la memoria y la sabiduría.

Sabiduría y tradición

Un mundo que logra identificar el valor de los ancianos les da su lugar y su responsabilidad en la historia. “Frente a la vejez, sabiduría, tradición”, dice Alonso Sanín Fonnegra, presidente de la junta de la Fundación Berta Arias de Botero, y añade que si se mira hacia atrás, viejos fueron muchos de los monjes sabios, los filósofos, algunos de los presidentes de las repúblicas que todos recordamos por su compromiso y valor con la sociedad, los líderes cívicos que trascienden, entre otros dirigentes que pasaron a la historia por entregar su sabiduría y buen criterio en el momento histórico en el que vivieron. Ponderación, experiencia, sano juicio y madurez, entre otras características, los definen.

Así que es hora de que el mundo reconozca a esta población que hoy, según datos de la Organización Mundial de la Salud, duplica el número de personas mayores de 60 años frente a la cifra que había en 1980. Además, si se proyecta para 2050, habrá casi 395 millones de personas de 80 años, es decir, cuatro veces más que ahora. Entonces, con este panorama claro, si no reconocemos su importancia en la sociedad, ¿qué tipo de mundo esperamos tener?

Incluir y valorar a los ancianos es entenderlos como un recurso fundamental de toda sociedad.

Los ancianos en la historia

El valor de un viejo en una sociedad le da prestigio a la sociedad misma. Esto lo supo el mundo hebreo, la antigua Grecia, el Imperio romano, la Edad Media lo defendió, aunque luego el Renacimiento lo haya puesto en duda, hasta llegar al mundo contemporáneo en el que es posible validar la importancia de esta población en momentos claves de la historia.

Hacia atrás, una revisión del papel de los ancianos en la sociedad muestra cómo entre los hebreos los ancianos eran investidos de una misión sagrada y portadores de un espíritu divino. En cada ciudad el Consejo de Ancianos era todopoderoso y tenía poderes religiosos y judiciales.

De manera similar, en Atenas los ancianos representaban la sabiduría. Vendría luego el derecho romano que tipificaba la figura jurídica del “pater familias” concediendo de esta manera a los viejos el poder en el Senado – Consejo de Ancianos.

En la Edad Media el señor feudal era casi siempre un hombre mayor. Además, como la peste favoreció a los ancianos, hubo una disminución considerable de la población joven y un aumento de los más viejos, razón por la cual estos se convirtieron de nuevo en cabezas de familia, tras faltar sus hijos, ganando estatus social, político y económico.

“Un pueblo que no protege a sus abuelos y no los trata bien, es un pueblo que no tiene futuro”

Papa Francisco

En la historia de la humanidad el Renacimiento marca una ruptura con la tradición de respetar y darles un lugar primordial a los ancianos. Esta etapa, con su sobre exaltación de la juventud y la belleza, dejó relegado el tema de la vejez.

Luego con la Revolución Industrial, en la que el trabajo se convierte en la característica más valorada entre la sociedad, surge entre otras cosas la jubilación, y el cuidado de los mayores pasa a ser no solo responsabilidad de la familia, sino de los poderes públicos.

En los próximos cinco años,

el número de personas mayores de 65 años será superior al de niños menores de cinco años.

Ancianos como Churchill, Roosevelt y Stalin desempeñaron un papel decisivo para la finalización de la Segunda Guerra Mundial, con lo cual pusieron en evidencia el liderazgo de esa población.

En el mundo contemporáneo muchas cosas se han transformado, entre ellas la estructura de familias extensas, sin embargo, en las familias con valores arraigados y una tradición que las mantiene unidas, los abuelos son la piedra angular de estas porque como dice Alonso Sanín Fonnegra, “¿quién cuida mejor a un niño que un anciano? Un infante educado y cuidado por un viejo, tiene un sentido de la vida completamente distinto”.

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